Matías Reyes Obrero, fue un
personaje singular entre aquellos empleados de los primeros tiempos de la Universidad Laboral.
El “Chato Matías”, como familiarmente se le conocía, además de un buen carpintero, tenía dos grandes
aficiones. El fútbol y la poesía.
Tres o cuatro años antes de morirse
coincidíamos casi todos los domingos en el Campo del D. Bosco, (Salesianos),
para ver el fútbol modesto. Yo lo pasaba muy bien, pues al margen de ver los
partidos, el con sus chistes, sus ocurrencias y su forma de ver la vida, alegraba a
cualquiera.
Era el año 1994, y casualmente en
el patio del Colegio, coincidimos con D. Blas Aniz Iriarte y su esposa, que habían
venido a las fiestas de María Auxiliadora. Le saludamos correctamente y el nos
correspondió.
El “Chato Matías”, me comentó de que en el año 1982, les dieron
un homenaje en la
Universidad a los que llevaban 25 años, tanto a trabajadores
como a profesores, y el amigo Antonio Borrego, “El de las Calderas”, le comentó
lo siguiente:
D. Blas “El Hermanisimo”.
“Fue un personaje irrepetible de la Universidad Laboral
de aquellos años. Un día de Marzo de 1958, se presentó por la zona de los sótanos
un tipo que parecía sacado del Cine provinciano de Berlanga, al parecer se
llamaba Blas. Llegó en taxi al pequeño campo de deportes que había a la entrada
de los sótanos. Se bajó del coche y después de pagar al taxista y anudar el
pañuelo en donde guardaba el dinero, se adentró por aquella puerta por la que
se accedía “A la
Universidad sumergida”. Se paró ANTE LA
SALA DE CALDERAS, en donde como siempre y embebido
en su mono azul, se encontraba el amigo Borrego, que charlaba algo de pesca con Cruz Carrascosa. Los dos se
sorprendieron al ver a aquel personaje que vestía chaqueta de color gris
oscuro, chaleco interior haciendo juego con una corta corbata de ribetes a
rayas verdes. Llevaba pantalón de pana amarilla auténtica y zapatos de cordones
gruesos y redondos. Por toda compañía llevaba en la mano derecha una vetusta
maleta, que posiblemente al estar demasiado llena y fallarle el cierre, estaba
rodeada por unas aparatosas cuerdas en
plan de seguridad y amarre.
Nada más tropezarse con el citado
Antonio Borrego, le preguntó de forma muy educada por el “Palalinfo”, pero el
amigo Borrego, creyendo que venía pidiendo algo, le encaminó hacia las cocinas,
que era el cuartel general de las monjas.
Ante la sorpresa de Ana Madueño, de
Francisca, de Casilda, y las demás mujeres, se presentó en aquellas instalaciones de la cocina,
que estaban “vedadas” para mucha gente. Fue la Hermana Imelda, tan
grande y rotunda como siempre, la que le dijo: “Usted a donde va por aquí que
no se puede entrar”. El, ni corto ni perezoso, dijo: “Mi sobrino es el Jefe de
compras de aquí”.
Cuando en la cocina tomaron
conciencia de que efectivamente era “tío del sobrino” y hermano por tanto del
rector (D. Cándido Aniz Iriarte), todo fueron reverencias para el oscuro hombre
de la maleta, incluso le llevaron casi en “parihuelas” al despacho del rector.
Para más facilidad le llevaron incluso la maleta.
A los pocos días, volvió por la
cocina, y empezando por la “toda poderosa” Hermana Imelda, y cualquier persona
que mandase algo, este hombre pasó a ser D.
Blas, el “Hermanísimo”. Atrás quedó la vieja maleta, su raída vestimenta y su presencia ya no recreaba una escena de
cualquier película de Berlanga, sino, que perfectamente trajeado iba y venía en
el mejor coche que se paseaba por toda la Universidad, no en
balde, pasó a ser el secretario particular del Rector."
Según me comentó el mismo Matías,
cuando se marchó el padre Cándido, al poco tiempo le complicaron un poco la
existencia a este hombre y poco menos le hicieron bajarse del coche bonito y
montarse en cualquier vehiculo.
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