lunes, 26 de enero de 2009

DEUDA PENDIENTE

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Tenemos una deuda con aquellos dominicos que llenos de ilusión irrumpieron en la Universidad Laboral de Córdoba, allá por el año 1956.
En aquellos tiempos una pléyade de jóvenes (38) dominicos, entre 26-28 años, llegaron a la Universidad, después de abandonar su lugares de origen, sus familias y sus entornos de amistad.

Formaban parte de una comunidad religiosa cuyo norte principal era la fe en lo que hacían y unas creencias que los justificaba. No pretendieron jamás logros personales ni aureolas terrenas. Fue una generación de jóvenes, en su mayoría universitarios, que se entregaron a la labor sorda de educar y convivir con la juventud.

Cualquiera de ellos, en su ciudad, en su pueblo y en su entorno, hubieran triunfado y bien, como ciudadanos y en cualquier profesión, pero optaron por la entrega y la dedicación a los demás en el siempre escurridizo campo de la juventud y del compromiso.

De ellos se llegó a trivializar muchas versiones “que si vivían como dios”, que lo tenían todo….
Incluso tuvieron que aguantar insultos públicos, junto al resto de religiosos, en manifestaciones públicas y mundanas, como “los carnavales”, “veladas de humor”, etc.. Fueron tratados a veces como seres poco menos que aborrecibles.
Para colmo la generaciones que fueron llegando quitaron alevosamente todos los símbolos, incluida la Iglesia, que para la mayoría de ellos era su razón de ser. Su fe. Hoy da la sensación de que todos estamos en paz. La mayoría de aquellos frailes ya mayores, se van muriendo poco a poco, y los que aún viven están en el retiro voluntario dentro de la soledad de sus conventos, disfrutando de una suculenta pensión mensual de 520 euros... Otros no teniendo bastante, continúan en la brecha, de aquello por lo que siempre lucharon, ya sea en la selva, o en cualquier sitio en el que un ser humano los necesite. Viendo el peregrinar de muchos padres, sinceramente hemos de coincidir que el boato más importante que llenó sus vidas, fue el brillo solemne de los suelos de aquellos pasillos y salones de nuestra querida Universidad…
La reciente muerte del Padre Erviti, nos ha hecho recordar la muerte del Padre Espinel, Padre Madrid, Padre Domingo, Padre Larrañeta, Padre Jesús, Padre Roses, Padre Riera, Padre Cantueso, Padre Nemesio, Padre Leonardo, Padre Cea, Padre Carlos. Etc.

No debemos esperar a que se nos vayan todos, para hacerles un reconocimiento público por su labor tan fundamental en la vida de todos nosotros.
M. Estévez