miércoles, 21 de julio de 2010

El bueno de Matías El Chato

.
MATIAS REYES OBRERO (1956-1990)
(Empleado de mantenimiento)


En el año 1959, y con motivo de los carnavales de Cádiz, el Padre Guillermo Santomé, nos daba una conferencia sobre la trayectoria literaria de José María Pemán. En esa conferencia echó de menos a alumnos de procedencia gaditana y de sus proximidades e hizo una glosa de la gracia y simpatía de estos nativos. Simplemente ver a Padre Guillermo “Papa Oso”, ya estaba la broma garantizada.

Al hablar de José María Pemán, nos habló de Cádiz, de sus carnavales, de su manzanilla de su gracia y de su simpatía. Hizo un recordatoria del famoso “ventorrillo el Chato” de una antigüedad del siglo XVIII, y su nombre se debe a que el noble de turno que la autorizó lo apodaban el “Chato” por la gran nariz que soportaba. Al hablar de la guerra contra los franceses y el secuestro del rey Fernando VII, mencionó varias veces la palabra “Chato”.

La conferencia o clase “especial de los sábados” no la “endiñó” en el aula principal del Colegio Gran Capitán que estaba junto al despacho del Padre Roses. Quizás por la estatura, su ironía o el propio aspecto del Padre Guillermo, al comentar con gracia cosas del “Chato” y las simpatía gaditanas, todos nos reíamos a brazo partido.

Entre los comentarios de “Chato” y las risas, entró en el aula el empleado Matías Reyes Obrero, (El Chato Matías), que se disponía a arreglar varias persianas del lado derecho que estaban rotas. Este hombre soltó su “capacho” de herramientas y se sorprendió de las risas que causaban todos los comentarios del Padre Guillermo, en especial el vocablo “Chato”.

Este empleado que también tenía su guasa dijo en ese momento: “Padre es que ha olido usted que venía precisamente el “Chato Matías” a arreglar estas persianas”. El dominico, se disculpó y le dio toda clase de explicaciones y al final todo el mundo arrancó en sana risa.

Matías Reyes Obrero, fue empleado de mantenimiento (carpintería), desde los primeros tiempos en la Universidad Laboral, se le podía ver casi siempre acompañado del también empleado de mantenimiento de origen valenciano Soler Botella.

El buen amigo Matías era la broma y la sonrisa permanente, se reía a poco que le miraras a pesar de su “menguada nariz” por lo que era llamado de forma simpática “El Chato”. Nació en Córdoba en un barrio muy popular y formó parte de una familia muy trabajadora y de muchos hermanos.

De joven repartió leche, estuvo de zapatero, llevó el carrillo de las carteleras de los cines y se sentía muy orgulloso de haber “anunciado” la famosa película “EL LÁTIGO NEGRO” que hizo las delicias de la juventud de aquella época. Seguidamente se colocó de ebanista en un pequeño taller de la Calle del Cristo, (San Lorenzo), en donde estuvo trabajando hasta aprender el oficio con desenvoltura. En el año 1956, su jefe y empresario (Antonio Varo), lleno de trampas y con nóminas pendientes de pagar a sus tres o cuatro trabajadores, se marchó a la aventura del Brasil, muy en boga por aquellos tiempos. El simpático Matías, quedó en el paro y sin cobrar. Por recomendación de Luís Aranda Martos, el empresario que suministró todo el mobiliario de la Universidad Laboral, (pupitres, mesas, armarios, camas, etc.), se colocó como trabajador de mantenimiento como carpintero entre otras cosas, según decía él.


El bueno de Matías era un tipo simpático y dicharachero. Gran aficionado al fútbol. Ya jubilado por enfermedad, coincidí con él muchas veces en los campos de deportes de los Salesianos, viendo al equipo juvenil del D. Bosco, en el que jugaba por aquel entonces un sobrino suyo que alternaba con Álvaro Novo. Un día con la broma que siempre se gastaba me dijo: “CON LAS VECES QUE YO SAQUÉ LA CARTELERA DE LA PELICULA DEL LÁTIGO NEGRO, ahora aquí lo veo casi todos los domingo en persona. Este comentario era en clara alusión a D. Juan Novo González, padre del que luego fue jugador del Atlético Madrid, Álvaro Novo. Antes de ser cura secularizado se le conocía en todo el barrio de San Lorenzo como: “EL CURA LÁTIGO NEGRO”, su enorme estatura, su duro carácter, y todo ello dentro de su negra sotana, hizo propagarse este apodo por todo el barrio y media Córdoba..

Bromas a parte, el bueno de Matías, tenía una sensibilidad muy especial para la poesía. Estando en el Servicio Militar, hubo de ser internado por problemas de una pulmonía y en el Hospital gobernado por monjas, quedaron encantadas por los poemas y estrofas que en forma de agradecimiento les dedicó. Recuperado ya y dedicado de lleno a su trabajo, siguió cultivando esta afición que le dio muchas satisfacciones durante su vida. Al final de los años noventa tuvo que prejubilarse por enfermedad y supo alternar con gallardía padecimientos y sonrisas, falleció el 7/8/1995.

Dejó un buen recuerdo entre sus amigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario